No hay normas más allá de tus pupilas. No hay lógica más bonita que la de tus huellas al pararte a observar. A observarte.
A veces se hacen nudos entre mente y corazón, y nos atascan al pensar.
A veces es difícil escoger lo mejor, lo correcto; el camino que me aleje del problema.
La cabeza suele decidir si hay segundos implicados, y aunque el corazón escuece y se sobresalta y se deshace, la decisión está tomada, el deber me llama, no permite que le cierres en las narices.
¿O sí?
O estamos engañando a nuestra mitad, estamos haciendo caso a la cabeza, la parte racional, la parte que debe ser, que sabe lo que debe ser, que piensa y actúa según la situación. Quizá sea esa la clave, la situación.
Siempre nos han programado según las actuaciones, no muy distinto de una maquina. Henry Ford no fue un pionero, aun hoy en día avanzamos automáticamente, creemos sentir, pero no. Creemos que hacer caso a la cabeza es lo correcto, es nuestra decisión pero es falso.
Nuestra cabeza es lo que otros han conseguido que retengamos del entorno. A base de ver, oír, repetir, de rehacer las cosas al gusto de las circunstancias es como adquirimos nuestra mentalidad, a caso debo poner un ejemplo. Véanse los hermanos de edades distintas, con distintas circunstancias, temporales; y distinta mentalidad. Si quiera dos personas de igual edad, misma circunstancia temporal pero distinta mentalidad, obviamente distinta circunstancia (en la casa del vecino no se habla el mismo idioma)
Falso abstracto. La cabeza no nos dice cómo actuar, nos recuerda como solemos actuar según nuestro habito.
El corazón es otro capítulo.